sábado, 8 de octubre de 2011

CRÍTICA: EL ÁRBOL DE LA VIDA

Hay (pocas) veces en las que una película suscita tanta curiosidad en el mundo del cine, pero tratándose de Terrence Malick  -   uno de los directores menos abiertos a la prensa y que llegó a dejar de hacer cine durante dos décadas para demostrar que su talento seguía intacto -  no debería resultar tan sorprendente. A menos que, claro está, esta vez se hubiese decidido por una obra contemplativa, casi una oración, una oda a todas las maravillas que nos rodean. Como en esta ocasión.
Ante todo, preferiría ir destacando los fallos menores de la cinta del director de La delgada línea roja, especialmente el ritmo lento de la película, que corre el riesgo de aburrir a todo espectador impaciente, mientras que una narrativa desestructurada dificulta bastante el segumiento de la historia. Pero he ahí la clave, ya que El árbol de la vida no es una película como las demás, en la que se intenta contar una historia para entretener al público, sino que se centra en el lado más artístico del cine y a la vez plantea diversas preguntas esenciales sobre la vida y el origen de esta.
Por un lado, está la historia de Jack O'Brien ( Sean Penn ) , un hombre criado en el Texas de los años 50, educado por un padre severo ( Brad Pitt), mientras que su madre es mucho más protectora ( Jessica Chastain). A lo largo de una serie de flashbacks, se repasa la vida de Jack y sus hermanos, pasando desde su inocente infancia hasta los amargos años de la adolescencia.
Por otro lado, Malick realiza un breve documental sobre la creación del Universo, la aparición de la vida y el primer acto de compasión de un animal hacia otro  - lo sé, resulta un tanto ilógico, pero no está tan mal -  .
Mientras tanto, Jack y demás miembros de su familia hacen diversas de las preguntas que he mencionado anteriormente, momentos en los que Malick recurre adecuadamente a la voz en off para recordarnos que esto no es el cine al que estamos habituados, no por las preguntas existenciales, que ya se han visto antes, sino por el hecho de que  nunca responde a ninguna de ellas de manera explícita: el espectador debe encontrar la respuesta por sí mismo y hacer su propia interpretactión del mensaje de la película.
Mientras que los fans de Transformers no podrán permanecer sentados ni un minuto en la butaca, el espectador paciente y que aprecie el cine de verdad encontrará en El árbol de la vida una auténtica obra maestra no solo por lo enigmático de la película, sino también por la belleza de sus imágenes, muy buenas interpretaciones y una estupenda banda sonora para un film que sólo podía dirigir Terrence Malick.